Dentro del marco legal de la justicia, existen figuras desconocidas para las personas de a pie. Se trata de profesiones jurídicas cuyas labores nos resultan totalmente desconocidas si no es porque, en algún momento determinado, hemos tenido que hacer uso de estos profesionales. Es el caso, por ejemplo, del traductor jurado oficial, que se dedica, entre otras cosas, a traducir documentos oficiales (títulos, contratos privados, escrituras públicas, certificados de defunción, nacimiento y otras contingencias, balances financieros y empresariales, resoluciones y actas judiciales, pólizas de seguros, volantes médicos, permisos de residencia y trabajo y un largo etcétera de documentos). La peculiaridad de su trabajo reside en que la traducción que realizan está avalada por una instancia oficial, normalmente (y en el caso de España es así) el Ministerio de Asuntos Exteriores, que otorga validez y reconocimiento a esta labor de traducción, dotándola de oficialidad. Es por eso por lo que la traducción jurada, o más bien los traductores, son llamados de forma coloquial peritos traductores y, en una acepción menos coloquial, traductor certificado.
La figura del traductor o intérprete jurado recibe una acreditación distinta según cada uno de los países. En España, por ejemplo, la denominación oficial impuesta por el Ministerio de Asuntos Exteriores es la de traductor intérprete jurado, que engloba, precisamente, las dos actividades que indica: traducción e interpretación. Sin embargo, en otros países las denominaciones son totalmente distintas (traductor oficial en Colombia; perito traductor oficial o perito traductor certificado en Méjico; o el más sencillo traductor público en países como Argentina o Uruguay, entre otros). Mientras tanto, en otros países, como Italia, ni siquiera es una figura reconocida y su labor corresponde a otros sectores. Lo cierto es que existe un cierto halo de indeterminación, aún, en torno a esta figura profesional. En España, sin ir más lejos, no hay un consenso oficial en torno a la metodología, por lo que son las asociaciones de traductores oficiales (normalmente de varios países) las que elaboran ciertos códigos de conducta y método para asegurar la calidad en el trabajo realizado por los profesionales de su sector.
Sin embargo, más allá de las denominaciones y las peculiaridades que pueden surgir en torno a esta figura legal y profesional; ¿cuáles son las diferentes tareas a las que se puede concernir el traductor intérprete jurado? La principal, y quizás la más básica, en el sentido de que puede ser la más común entre empresas, autónomos y particulares contratantes, sea la de la traducción simple o básica. Tanto si la idea es traducir una página de un negocio como si lo es presentarse a licitaciones en el extranjero, el traductor jurado puede convertirse en el aliado perfecto del cliente a la hora de presentar estos documentos de la mejor manera posible. Por ejemplo, si queremos presentarnos a una licitación en Brasil, un traductor jurado portugués se convertirá automáticamente en la opción primordial para llevar a cabo todos los pasos y entregar toda la documentación sin ningún error de traducción ni conceptos. Por otra parte, dentro de lo que se podría denominar como traducción simple también se llevan a cabo traducción de folletos, dípticos y trípticos publicitarios y todo tipo de información comercial, así como de manuales y otro tipo de documentos de instrucción. En el terreno de lo económico y lo financiero, más complejo ya que requiere, además del idioma, ciertos conocimientos del sector, también puede realizar el traductor trabajos en torno a balances empresariales o resúmenes de ejercicios anuales, por ejemplo.
Más allá de las traducciones simples se encuentran la traducción y la interpretación jurada, que acompañan a la denominación del ámbito profesional y ofrecen una garantía de precisión, profesionalidad y calidad. Este tipo de traducción se precisa en el caso de atenernos a documentos profesionales, poderes, documentos de constitución de sociedades, estatutos, contratos y todo tipo de documentos legales y financieros, que precisan de una inmersión mayor y de una total garantía de corrección en términos jurídicos. El caso del intérprete jurado es similar, pero algo distinto, ya que su trabajo se reduce a los ámbitos en los que la traducción ha de ser simultánea, como comparecencias en un juzgado o ayuntamiento y otro tipo de declaraciones formales, que precisan de la traslación a otro idioma.