Me llegó una multa injusta y la recurrí

abogado

Siempre he sido bastante organizada con mis cosas, no suelo saltarme normas y, si alguna vez he cometido una infracción de tráfico, la he pagado sin rechistar. Pero lo que me pasó hace unos meses fue tan surrealista que aún me cuesta creerlo. Por suerte, no me lo tragué todo sin más. Reclamé y gané.

Te lo cuento todo, porque a cualquiera le puede pasar. Y, sobre todo, para que veas lo importante que es contar con un buen abogado, especializado en derecho administrativo. No te imaginas lo que te cambia la película tener a alguien que realmente sabe cómo funcionan estas cosas.

 

Todo empezó con un sobre blanco

Un día cualquiera, de esos normales y corrientes, me llegó una carta certificada de la Dirección General de Tráfico. No me puse nerviosa, pensé que sería una notificación cualquiera, una campaña o una actualización de datos. Pero no.

Era una sanción. Según el papel, me habían pillado circulando a 87 km/h en una vía limitada a 50, el 18 de febrero a las 10:43 de la mañana, en un radar fijo en una avenida de otra ciudad. Una multa de 300€ y la pérdida de 2 puntos del carné.

Lo primero que sentí fue desconcierto. Esa fecha y esa hora no me cuadraban para nada. Para empezar, porque vivo a 300 kilómetros de donde, supuestamente, ocurrió la infracción. Además, ese día estaba en el trabajo desde las 9:00 de la mañana. Tengo horario fijo, así que es imposible que estuviera en esa ciudad a esa hora.

 

¿Y si me han clonado la matrícula?

Lo primero que pensé fue: “¿Me han clonado la matrícula?”. No es algo tan raro, lo había escuchado alguna vez en la tele, así que miré con lupa la notificación. La matrícula que aparecía en la multa era la mía. También salía una foto del coche… y ahí es donde me empecé a cabrear.

Porque, sí, la matrícula coincidía. ¡Pero ese coche no era el mío! Se parecía, porque era del mismo modelo y color, pero había detalles diferentes. Las llantas, los retrovisores, una pegatina en el costado que el mío no tiene… Además, en esa foto se veía un golpe en el parachoques trasero y el mío está perfecto.

Me metí en el portal de la DGT, descargué toda la información posible, guardé capturas, revisé mis correos del trabajo, mis movimientos bancarios y encontré un ticket de parking del 18 de febrero en mi ciudad, a las 10:15. Imposible que yo estuviera en los dos sitios a la vez.

 

El primer impulso que tuve fue escribir un alegato por mi cuenta

Pensé en escribir un recurso yo misma. Busqué plantillas por internet, porque hay miles. Pero cuanto más leía, más dudaba. Empecé a ver palabras como “presunción de veracidad del agente sancionador”, “trámite de audiencia”, “acto administrativo firme”, “silencio administrativo negativo”… Me mareé porque no tenía ni idea de lo que estaba leyendo.

Y me entró el miedo. ¿Y si no lo hacía bien y se me pasaba el plazo? ¿Y si ponía algo que me perjudicaba más? ¿Y si acababa pagando la multa por no saber cómo defenderme?

Ahí fue cuando tomé una decisión que, te lo aseguro: busqué información sobre abogados especializados en derecho administrativo. Ellos, según me explicaron desde Román Abogados, se encargan de pelear sanciones, licencias, temas de ayuntamientos, medio ambiente… Y sí, todo eso que suena aburrido… hasta que te toca.

 

La diferencia de contar con alguien que sabe

La primera reunión fue telefónica. Les conté todo y me pidieron que le mandara la notificación, las fotos, mis pruebas, el ticket del parking, y me preguntaron por mis horarios y testigos. Al día siguiente me dijeron: “Vamos a recurrir. Esto lo ganamos”.

Uno de sus abogados me preparó un recurso de reposición. Básicamente, un escrito legal donde se desmontaba la multa punto por punto: se alegaba error en la identificación del vehículo, se destacaban las diferencias entre los coches, se aportaban las pruebas de mi presencia en otro lugar y se exigía a la Administración que verificara la autenticidad de la imagen.

Y lo mejor es que él se encargó de todo. Lo presentó dentro del plazo, hizo seguimiento del expediente y, además, me fue explicando cada paso de forma sencilla. Eso me dio una tranquilidad enorme, porque me sentí muy bien acompañada. No me enfrenté a lo loco a la Administración, tenía conmigo a alguien que se sabía el camino.

 

¿Qué pasa si no recurres una multa injusta?

Esto es algo que me quedó muy claro hablando con el abogado: mucha gente paga por miedo, por desconocimiento o por no meterse en líos. Y eso es justo lo que muchas veces la Administración espera.

Porque si tú no recurres, ese acto (la multa, en este caso) se convierte en firme. Y ya no hay vuelta atrás. La deuda pasa a ser exigible y pueden embargarte. Y lo peor: quedas como culpable de algo que no has hecho.

 

Por ejemplo, en mi caso:

  • Si no recurro, se asume que el coche era el mío.
  • Si más adelante ese coche comete otra infracción, puede que vuelva a salpicarme.
  • Si acumulaba más sanciones, podía verme sin puntos.
  • Y si quería reclamar después, ya no podría hacerlo fácilmente.

Además, dejar pasar los plazos es uno de los errores más comunes. Hay 20 días para presentar alegaciones o pagar con reducción, y 1 mes para recursos. Si se te pasa, adiós muy buenas.

Y lo más absurdo de todo: estás pagando por un error de otro. Por una matrícula clonada, por una notificación mal hecha, por una foto mal interpretada… Y lo asumes como si fuera culpa tuya. Eso no es justo. Por eso es clave informarse bien, actuar rápido y no dejarlo pasar.

 

Meses de espera… pero con final feliz

La parte más desesperante fueron los casi tres meses sin respuesta. Durante ese tiempo, la multa seguía activa. Me llegaban recordatorios, y yo ya me veía teniendo que pagar, perdiendo puntos… o incluso recurriendo al contencioso-administrativo, que ya es un paso mayor.

Pero entonces, un día, recibí la resolución: estimaban el recurso, reconocían que había un error. Archivaban la multa. No tenía que pagar ni un euro, ni perdía ningún punto. Todo se anulaba.

Llamé al abogado y me eché a llorar de la emoción. No por la multa en sí, sino porque sentí que, por una vez, la razón había ganado. Y que no me había dejado pisotear.

 

¿Por qué es tan importante tener un abogado especializado en derecho administrativo?

Los abogados tienen ramas. No es lo mismo un penalista, que un laboralista, que uno de familia. Y el derecho administrativo es otro mundo: es el que regula las relaciones entre los ciudadanos y la Administración.

Y créeme, es complejo, está lleno de normas, procedimientos, plazos, lenguaje técnico… y hay que saber moverse muy bien.

 

Un abogado especializado en esto sabe, por ejemplo:

  • Qué tipo de recurso conviene presentar en cada caso (reposición, alzada, contencioso…).
  • Cómo detectar errores de forma o de fondo en las notificaciones.
  • Qué jurisprudencia puede jugar a tu favor.
  • Cómo redactar alegaciones que realmente tengan peso legal.
  • Qué pruebas son válidas y cómo aportarlas.
  • Cuáles son los plazos exactos y qué pasa si se incumplen.

Además, tienen experiencia peleando con la Administración. Saben cómo piensan, cómo responden, qué les mueve. No te tratan como un número, sino que personalizan tu defensa.

 

¿Y si no hubiera recurrido?

Habría pagado 300 euros por algo que no hice. Habría perdido 2 puntos del carné, que podrían haberme afectado en el futuro. Y me habría quedado con una sensación de injusticia.

¿Mereció la pena pagarle al abogado? Totalmente. Me cobró 120 euros. Pero no solo por el dinero que me ahorré, sino por la tranquilidad, el tiempo y la victoria moral. Aprendí que no hay que tragarse todo lo que venga de la Administración sin más. Se puede luchar. Y se puede ganar.

 

Consejos si estás en una situación parecida

Te dejo aquí unas recomendaciones por si algún día te toca pasar por algo similar:

  1. No tires la toalla antes de tiempo. Una multa, una sanción o cualquier acto administrativo no es inamovible. Puede contener errores.
  2. Guarda todas las pruebas posibles. Tickets, localizaciones, testigos, imágenes… todo ayuda.
  3. No recurras a lo loco. No sirve de nada enviar un escrito sin argumentos jurídicos. Puede jugar en tu contra.
  4. Busca un abogado especializado. No cualquiera. Alguien que se dedique a derecho administrativo. Pregunta, compara, infórmate.
  5. Cumple los plazos. Normalmente tienes 1 mes para recurrir desde que te notifican. No lo dejes pasar.
  6. Confía en el proceso. A veces tarda, pero si tienes razón y pruebas, hay posibilidades reales de ganar.

 

No te calles ni te resignes

Las administraciones se equivocan. Y si tú no te defiendes, nadie lo hará por ti. Yo tuve suerte de reaccionar a tiempo y de contar con un buen profesional. Pero más que suerte, fue decisión.

No todos los días uno se enfrenta a la Administración y gana, pero se puede. Y a veces, como en mi caso, es cuestión de estar bien asesorada.

Así que si estás en una situación parecida, busca ayuda, infórmate, y no te dejes pisotear. Porque tener la razón no sirve de nada si no sabes defenderla.

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